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Reutilización de sustratos usados en el cultivo de hongos: cerrando el ciclo en la fungicultura

  • Foto del escritor:  Alejandro Navarrete-Galllegos
    Alejandro Navarrete-Galllegos
  • hace 6 días
  • 19 Min. de lectura
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Un enfoque técnico y sostenible para aprovechar los residuos del cultivo de hongos comestibles. Aprende cómo transformar el sustrato post-cultivo en recursos valiosos, alineando la fungicultura con los principios de la economía circular.


Introducción


En el cultivo de hongos comestibles, cada cosecha deja tras de sí sustratos usados o sustratos post-cultivo – el material orgánico en el que crecieron los hongos, ahora agotado en gran medida. La acumulación de estos sustratos usados supone un desafío significativo: por cada kilogramo de hongos cosechados se generan alrededor de 3 a 5 kg de sustrato residual[1]. A nivel mundial, se estima que la industria fúngica produjo 64 millones de toneladas de estos residuos en 2018, con proyecciones de superar los 100 millones de toneladas en 2026[1]. Si no se gestionan adecuadamente, estos desechos pueden causar problemas medioambientales y costos económicos considerables[2].

Tradicionalmente, muchos productores simplemente desechan el sustrato agotado en vertederos, lo cual genera malos olores, lixiviados y emisiones de gases de efecto invernadero durante su descomposición[3]. Frente a este problema, la reutilización de los sustratos usados emerge como una solución clave para convertir un pasivo ambiental en un recurso útil.


Reutilizar o valorizar los sustratos post-cultivo aporta múltiples ventajas: reduce el volumen de residuos que necesita disposición, disminuye costos de eliminación y transporte, y cierra el ciclo de nutrientes devolviendo materia orgánica al sistema productivo[4]. En lugar de ver el sustrato agotado como un desperdicio “gastado”, es fundamental reconocerlo como un material valioso con infinidad de posibilidades de uso. Al reaprovechar estos residuos, la fungicultura puede volverse más sostenible, cerrando el ciclo productivo de forma eficiente y reduciendo su huella ambiental.

Tip: Para un fungicultor circular “no se trata de desechos, sino de recursos esperando a ser aprovechados”. Cambiar esta perspectiva es el primer paso hacia una micología sustentable.

Economía circular en la fungicultura


El concepto de economía circular propone pasar de un modelo lineal de “producir, usar y desechar” a uno cíclico, donde los residuos de un proceso se convierten en insumos de otro. En fungicultura, esto significa que los sustratos una vez que han dado varias cosechas de hongos (generalmente 2–4 “flujos” o cosechas por lote) no se eliminan sin más, sino que se reincorporan en nuevas cadenas de valor. Este enfoque alineado con la agricultura regenerativa busca imitar los ciclos naturales, donde nada se desperdicia.

Aplicar la economía circular al cultivo de hongos conlleva valorizar el sustrato post-cultivo (SPCH), integrándolo nuevamente en la producción agrícola o industrial. En Europa, por ejemplo, el compost derivado de sustratos de hongos ya está reconocido como enmienda orgánica apta para agricultura[5]. Muchas granjas micológicas están colaborando para gestionar colectivamente sus residuos: en La Rioja (España), los productores llevan todos sus SPCH a una planta de reciclaje especializada, donde se separan plásticos y el sustrato residual se re-composta con ayuda de microorganismos, obteniendo un material enriquecido listo para uso agrícola[6]. Este tipo de iniciativas refleja cómo los principios circulares pueden implementarse a escala local, reduciendo la carga en vertederos y generando productos de valor agregado.

En Chile y Latinoamérica, la transición hacia una micología sustentable ya está en marcha. Programas de innovación, como el proyecto Recoloniza en Chile, han unido a investigadores y productores para transformar los residuos del cultivo de hongos ostra en compost enriquecido para la agricultura[7]. Estos esfuerzos demuestran que cerrar el ciclo es posible: los hongos pueden aprovechar desechos agrícolas como sustrato, y a su vez, sus propios residuos pueden devolverse a la tierra como abono, mejorador de suelo u otros bioproductos. En esencia, la fungicultura circular convierte un problema (residuos abundantes) en una oportunidad, maximizando el valor de la biomasa en cada etapa de la cadena.


Clasificación de los residuos micológicos (sustratos post-cultivo)


No todos los sustratos usados son iguales. Sus propiedades físicas y químicas varían según el tipo de cultivo de hongo, los materiales originales del sustrato y los suplementos añadidos. En general, un sustrato post-cultivo contiene todavía componentes vegetales no totalmente degradados (lignina, celulosa, hemicelulosa), micelio fúngico residual, y algunos nutrientes remanentes (carbohidratos, proteínas, minerales) no consumidos por el hongo[8]. A continuación, se describen los tipos más comunes de SPCH y sus características relevantes para la reutilización:

Tipo de sustrato post-cultivo

Ejemplos de hongos cultivados

Características principales

Compost de champiñón (Agaricus)

Agaricus bisporus (champiñón común)

Mezcla compostada de paja y estiércol, usualmente con turba en la capa de cobertura. Tras el cultivo, es rico en materia orgánica estabilizada y nutrientes (N, P, K), pero presenta alta salinidad y pH alcalino por los suplementos y encalado[9]. Textura húmeda, color oscuro.

Sustrato de seta ostra (Pleurotus)

Pleurotus ostreatus, P. djamor (ostras)

Base de paja pasteurizada o residuos agroindustriales (ej. bagazo de cebada, residuos de café). Tras varias cosechas, queda fibra vegetal parcialmente degradada; alto contenido en lignina y celulosa no consumida. Relación C/N elevada (mucho carbono, nitrógeno reducido), lo que puede inmovilizar nitrógeno si se aplica directamente al suelo[10]. Su salinidad es baja, textura fibrosa y más seca comparada con compost de champiñón.

Bloques de aserrín enriquecido (madera)

Lentinula edodes (shiitake), Ganoderma lucidum (reishi)

Aserrín de madera (ej. roble, álamo) suplementado con salvado u otras fuentes de nitrógeno, esterilizado e inoculado. Tras la fructificación, el bloque conserva mucha lignina y compuestos recalcitrantes (el hongo consume principalmente celulosa). Queda un material de apariencia leñosa, pH ligeramente ácido, con bajo contenido de nutrientes fácilmente asimilables. Es esponjoso pero puede compactarse al secarse.

Otros sustratos especiales (bagazo, posos café)

Pleurotus, Agrocybe, otros hongos gourmet

Diversos residuos agroindustriales se usan como sustrato (bagazo de cerveza, pulpa de café, cascarilla de arroz, etc.). Tras el cultivo, suelen tener aún materia orgánica rica en fibra y algo de proteína fúngica. Por ejemplo, el bagazo cervecero colonizado por Pleurotus se enriquece con enzimas fúngicas que predigerieron la fibra, aumentando su digestibilidad. Característica común: humedad alta y rápida descomposición espontánea si se apila, debido a azúcares residuales.

Importante: Estas diferencias implican que cada tipo de sustrato agotado requerirá estrategias de reutilización específicas. Por ejemplo, un compost de champiñón con alta salinidad quizá necesite dilución o compostaje adicional antes de usarse en semilleros, mientras que un sustrato de ostra con alto carbono podría beneficiarse de mezclarlo con materiales ricos en nitrógeno para equilibrar su descomposición.


Estrategias de reutilización de sustratos usados


A continuación, se presentan las principales estrategias para reutilizar o valorizar los sustratos post-cultivo de hongos. Estas alternativas van desde usos agrícolas tradicionales hasta aplicaciones industriales innovadoras, todas orientadas a aprovechar al máximo los nutrientes y la biomasa remanente:


  • Compostaje para abono agrícola: 

    La opción más extendida es compostar el sustrato usado, solo o mezclado con otros residuos orgánicos, para obtener un abono orgánico estabilizado. El compostaje termófilo elimina patógenos y semillas de malezas, transformando el SPCH en humus rico en nutrientes. Este compost de hongos se puede aplicar como enmienda del suelo o mulch, mejorando la estructura, reteniendo humedad y aportando nitrógeno, fósforo y potasio de liberación lenta[11]. En cultivos continuos, se ha observado que el compost de sustrato de hongos puede sustituir parcialmente fertilizantes químicos sin mermar rendimientos, a la vez que mitiga la salinización y otros problemas asociados a fertilización mineral intensiva[11]. Por ejemplo, en la industria del champiñón es común entregar el compost post-cultivo a agricultores locales para sus campos, evitando que termine en vertederos. En Chile, iniciativas como la de Hongos del Huerto con Centro Ceres compostan el sustrato de Pleurotus usado para crear un producto orgánico de alto valor como fertilizante y bioestimulante para suelos agrícolas[7].


  • Vermicompostaje (lombricultura): 

    Otra ruta efectiva es emplear lombrices de tierra (como Eisenia foetida) para descomponer el sustrato agotado. El vermicompostaje aprovecha que el micelio remanente y la materia orgánica parcialmente degradada son un alimento excelente para las lombrices, las cuales transforman el residuo en humus de lombriz, un abono de altísima calidad. En la práctica, se pueden mezclar los bloques o la paja agotada con estiércol u otro material húmedo y dejar que las lombrices colonicen esa mezcla. En pocas semanas, se obtiene un vermicompost negro y granuloso, rico en nutrientes disponibles y en microbiota benéfica para las plantas. Estudios señalan que combinar sustrato de hongos con estiércol mejora la eficiencia del vermicompostaje, produciendo más biomasa de lombriz y un humus con menor salinidad que el compost inicial[12][13]. El producto final puede usarse en almácigos, huertas o para formulación de sustratos comerciales. Además, la propia lombricultura puede convertirse en una actividad secundaria rentable para el fungicultor, obteniendo tanto humus como lombrices (para venta como cebo o proteína animal).


  • Reciclaje interno en nuevos cultivos: 

    Lejos de desechar el sustrato, una estrategia circular es reutilizarlo en nuevos lotes de cultivo de hongos. Tras un tratamiento adecuado (por ejemplo, pasteurización, secado o suplementación), el sustrato gastado aún contiene nutrientes y energía que pueden soportar un segundo ciclo de cultivo[14]. Algunas posibilidades: usar parte del sustrato viejo mezclado con material fresco para cultivar la misma especie nuevamente, o bien sembrar otra especie que aproveche restos específicos. Por ejemplo, hay experiencias de cultivar setas ostra Pleurotus en compost agotado de champiñón (Agaricus), ya que Pleurotus puede degradar la lignina que Agaricus no consumió. Inversamente, después de cosechar Pleurotus en paja, ese sustrato parcialmente degradado se puede compostar y usar como base para un cultivo de champiñón u otras setas saprotróficas. Se ha demostrado que, con la suplementación correcta, reutilizar hasta un 20–30% de SMS (spent mushroom substrate) en un nuevo sustrato no merma la producción e incluso puede aportar microbiota beneficiosa que proteja frente a contaminantes[15]. Eso sí, es crucial vigilar que el sustrato reciclado no contenga plagas ni enfermedades; a tal fin, se recomienda tratar térmicamente o solarizar el material antes de reusarlo, para eliminar esporas de mohos competidores. También se pueden lavar o enjuagar los sustratos muy concentrados para eliminar excesos de sales o metabolitos acumulados (práctica útil en compost de Agaricus antes de reusarlo).


  • Fabricación de bioproductos (biomateriales y energía): 

Los sustratos post-cultivo también pueden ser materia prima para diversos bioproductos innovadores:


Bloques y paneles: Mezclando el SPCH con otras fibras naturales y dejándolo colonizar más micelio, es posible moldear materiales de construcción o envases biodegradables. Startups alrededor del mundo emplean micelio para fabricar desde aislantes térmicos hasta muebles. Un ejemplo es la producción de “ladrillos” de micelio, donde el hongo une las partículas de sustrato formando un bloque ligero y resistente, alternativa ecológica al poliestireno.


Bioplásticos y textiles: A partir del micelio residual y los polisacáridos presentes en el sustrato (quitina, glucanos), se investigan biopolímeros para crear films compostables o cuero vegano. Un caso destacado es el proyecto español CHAMPLAST, que estudia combinar residuos de champiñón con otros biopolímeros para crear bioplásticos compostables específicos para la industria de los hongos[16]. Estos desarrollos aún están en fase experimental, pero abren la puerta a aprovechar el SPCH en la industria del embalaje sostenible.


Biocombustibles: El sustrato agotado, por su contenido orgánico, puede convertirse en energía. Una vía es producir biogás mediante digestión anaeróbica: ciertas fracciones del SPCH (especialmente los más ricos en carbohidratos, como residuos de Pleurotus) fermentan liberando metano utilizable como combustible[17]. Otra vía es la pirólisis para obtener biocarbón (biochar): al carbonizar el sustrato seco en ausencia de oxígeno, se genera un carbón vegetal poroso. Este biocarbón se usa luego como acondicionador de suelo (mejorando su retención de agua y nutrientes) a la vez que fija carbono de forma estable, contribuyendo a mitigar el cambio climático[18]. Algunos productores también han experimentado con prensar el sustrato seco en pellets o briquetas para emplearlo como combustible de calefacción o como fertilizante de liberación lenta, cerrando el ciclo energético.


  • Aplicaciones ambientales y biorremediación: 


    Gracias a las enzimas del hongo y a la microbiota presente, los sustratos usados pueden emplearse en biorremediación, ayudando a degradar contaminantes ambientales. Por ejemplo, el SPCH de hongos ostra (ricos en enzimas ligninolíticas) se ha utilizado para degradar hidrocarburos policíclicos aromáticos (PAHs) en suelos contaminados y para adsorber pesticidas, reduciendo su lixiviación[17]. Asimismo, se han desarrollado biofiltros con sustrato de hongos para depurar aguas residuales y gases industriales, aprovechando la capacidad del micelio y los microorganismos asociados para atrapar metales pesados y descomponer sustancias tóxicas[19]. Otra aplicación prometedora es usar el SPCH como base de biocontrol agrícola: al incorporarlo al suelo o preparar té de compost, se introduce una comunidad microbiana que puede suprimir patógenos de plantas. Estudios preliminares indican que el compost de champiñón tiene efectos supresivos contra hongos fitopatógenos en cultivos hortícolas[20][21]. De igual forma, aplicar el sustrato de hongos al suelo puede mejorar su biodiversidad microbiana y hasta potenciar el contenido de metabolitos benéficos en las plantas cultivadas[21]. Finalmente, mencionar el uso tradicional: en algunas regiones, el sustrato post-cultivo se emplea directamente para mejorar suelos degradados o enmendar suelos arcillosos, incrementando la materia orgánica y recuperando terrenos para uso agrícola o forestal[22].


Beneficios ambientales y económicos de la reutilización


Adoptar estas estrategias de reutilización conlleva beneficios significativos tanto para el cultivador de hongos como para el medio ambiente:

  • Reducción de residuos y costos de eliminación: 

    Cada tonelada de sustrato reutilizada es una tonelada menos de desecho que gestionar. Los productores ahorran en transporte a vertederos y evitan pagar tasas de disposición. Esto es especialmente valioso dado que el SPCH es voluminoso y con alta humedad, encareciendo su traslado[23]. Además, al prohibirse en muchos lugares el vertido de residuos biodegradables, reusar es la mejor alternativa para cumplir la normativa ambiental[24].

  • Ahorro de recursos y inputs

    El compost o vermicompost generado puede sustituir insumos externos como fertilizantes químicos o turba de musgo sphagnum en ciertos usos. Por ejemplo, mezclar compost de hongos en la tierra de cobertura del champiñón permite reemplazar parcialmente la turba importada, con beneficios económicos y ambientales[25]. Así, el productor gasta menos en comprar sustratos nuevos o abonos, aprovechando al máximo lo que ya tiene. En términos de energía, la valorización cascada sugiere utilizar el SPCH en usos materiales varias veces antes de eventualmente quemarlo o digerirlo para energía[26][27], extrayendo así el máximo valor antes de la fase final energética.

  • Mejora de la fertilidad del suelo: 

    Los sustratos de hongos reciclados aportan abundante materia orgánica al suelo, mejorando su estructura, aireación y capacidad de retención hídrica. Esto conduce a suelos más sanos y productivos a largo plazo. También enriquecen el suelo con micronutrientes y compuestos bioactivos del micelio que pueden estimular el crecimiento vegetal. En viñedos chilenos, por ejemplo, se está aplicando compost de hongos para recuperar suelos erosionados o salinos, observándose mejoras en la estructura y vida microbiana del terreno[22].

  • Menor huella de carbono y emisiones: 

    Al reincorporar los residuos al ciclo productivo, se evitan las emisiones que habrían ocurrido de la descomposición descontrolada en basureros (metano, CO₂). Asimismo, el uso de abonos orgánicos reduce la necesidad de fertilizantes sintéticos, cuya fabricación es intensiva en combustibles fósiles. Si parte del SPCH se convierte en biochar y se aplica al suelo, ese carbono queda secuestrado potencialmente por décadas, contribuyendo a mitigar el cambio climático. En suma, la fungicultura circular baja la huella ambiental por kilogramo de hongos producidos.

  • Nuevas fuentes de ingresos: 

    Lejos de ser un pasivo, el sustrato usado puede transformarse en productos comerciales. Algunos productores venden su compost de hongos en sacos a jardineros y viveros locales como acondicionador de suelo. Otros han diversificado su negocio ofreciendo lombrices y humus de lombriz. Incluso los proyectos de biomateriales o bioplásticos a partir de micelio podrían en un futuro cercano abrir mercados para cooperativas micológicas innovadoras. Esto mejora la rentabilidad global de la producción de hongos al obtener beneficios adicionales de lo que antes se botaba.


Riesgos y precauciones en la reutilización de sustratos


Si bien las ventajas son claras, la reutilización de sustratos debe hacerse con criterio técnico y precaución para evitar problemas:

  • Contaminación y sanidad: 

    Un sustrato tras el cultivo puede albergar esporas de hongos competidores (Trichoderma, Aspergillus), bacterias, insectos (mosquitas de la humedad) o ácaros. Reutilizarlo directamente sin tratamiento podría diseminar estas plagas al nuevo cultivo o al suelo. Por ello, es aconsejable pasteurizar o compostar completamente el sustrato antes de su reutilización agrícola, alcanzando temperaturas que eliminen patógenos. Si se va a usar como sustrato nuevamente, puede requerir esterilización o tratamiento térmico para no introducir contaminantes en la sala de cultivo. Por ejemplo, no se debe usar el SPCH directamente como capa de cobertura en champiñón sin antes someterlo a maduración y sanitización (calor, lavado)[28].

  • Degradación de nutrientes: 

    Tras varias cosechas, el sustrato está parcialmente agotado en ciertos nutrientes (especialmente nitrógeno, si no se suplementa). Aplicarlo fresco al suelo puede causar una competencia por nitrógeno entre microbios descomponedores y plantas (efecto de hambre de nitrógeno). Para evitarlo, se recomienda mezclar el sustrato con fuentes ricas en nitrógeno (estiércol, restos verdes) en el compostaje, o agregar fertilizante complementario si se usa como enmienda directamente. Análisis básicos de C/N, pH y conductividad eléctrica del SPCH ayudan a definir dosis seguras de aplicación en suelos o cultivos sensibles.

  • Salinidad y pH extremos: 

    Como vimos, ciertos sustratos (en especial el compost de Agaricus) pueden tener salinidad alta (conductividad > 10 dS/m) y pH muy alcalino[9] por el uso de suplementos minerales y encalantes. Estos parámetros extremos pueden dañar plántulas o lombrices si el material no se corrige. La solución es enjuagar con agua el compost para lixiviar sales, o compostarlo junto con materiales de pH ácido para neutralizar (hojarasca, estiércol fresco que es ácido). Siempre pruebe en pequeña escala la aplicación de un nuevo lote de SPCH en plantas para ver su tolerancia, antes de aplicaciones masivas.

  • Metales pesados o contaminantes: 

    Si el sustrato provino de cultivos donde se usaron suplementos potencialmente contaminantes (por ejemplo, yeso con trazas de metales, o en sustratos de residuos industriales), cabe analizar la presencia de metales pesados u otros tóxicos antes de usarlo en huertos comestibles. Aunque no es lo habitual en hongos comestibles, la prudencia indica asegurar que el material no contenga elementos nocivos acumulados.

  • Regulación y calidad del producto: 

    Al comercializar compost o derivados del sustrato de hongos, verifique la normativa local. En algunos países, estos productos deben cumplir estándares de madurez, ausencia de patógenos y concentración de nutrientes para poder venderse como fertilizante o sustrato. Cumplir con buenas prácticas de compostaje y quizás obtener una certificación orgánica del abono aumentará la confianza de los usuarios finales.


En resumen, la buena gestión es clave: manejar los sustratos usados lo antes posible tras la cosecha (no dejarlos pudrir en un rincón), aplicar tratamientos de higienización, y monitorear la calidad del producto reutilizado. Con las precauciones adecuadas, los riesgos se minimizan y se garantiza que la reutilización sea segura y efectiva.


Casos de éxito y ejemplos aplicados


Varios productores y proyectos, tanto en Chile como en otros países, ya están demostrando cómo funciona la fungicultura circular en la práctica:

  • Agrícola Mapu Kufull (Valdivia, Chile): Esta empresa familiar utiliza bagazo de cebada, un residuo de cervecerías locales, como sustrato para cultivar champiñones ostra (Pleurotus ostreatus). De este modo, aprovechan un desecho abundante en la zona cervecera de Valdivia y obtienen un alimento gourmet. ¿Y qué hacen con el sustrato tras la cosecha? Lo compostan junto con otros residuos orgánicos, cerrando el ciclo[29]. El compost resultante enriquece huertos, demostrando un modelo de economía circular completo. Este proyecto ganó en 2021 el Desafío Circular Los Ríos, mostrando que la innovación sustentable puede surgir a pequeña escala con gran impacto.


  • Hongos del Huerto + Centro Ceres (Quillota, Chile): A través del proyecto Recoloniza (CORFO 2021), esta colaboración desarrolló un compost mejorado a partir de sustratos residuales de Pleurotus. Mediante unidades piloto en predios agrícolas, compostaron el sustrato con microorganismos nativos benéficos añadidos para potenciar sus propiedades nutricionales y sanitarias[30][31]. El resultado es un abono orgánico local, producido con los desechos de la misma producción de hongos, que mejora suelos y reduce la necesidad de fertilizantes químicos. Este caso ejemplifica la unión de ciencia y emprendimiento para agregar valor a residuos que antes se desechaban.


  • Industria del champiñón en España: En La Rioja, importante región productora de champiñón, opera una planta colectiva de reciclaje de SPCH integrada por los propios cultivadores[6]. Todos los sustratos post-cultivo (compost agotado, turba de cobertura usada, plásticos) son llevados a esta instalación. Allí se separan los plásticos para reciclaje, y el resto del sustrato pasa por un tambor rotatorio que lo desmenuza y airea. Luego se recomposta añadiendo microorganismos específicos. El producto final es un abono orgánico pasteurizado y libre de contaminantes, que se utiliza en agricultura local y en la propia producción de hongos (como componente de nuevos compost). Este modelo asociativo resuelve el problema de los residuos a gran escala y sirve de inspiración para regiones fungícolas en Latinoamérica.


  • Iniciativas internacionales: Alrededor del mundo hay experiencias notables: por ejemplo, en China (el mayor productor de hongos) se emplea gran parte del sustrato agotado como sustrato para Pleurotus eryngii o como forraje tras fermentación; en India, granjas de Agaricus han introducido vermicompostaje masivo de su compost post-cosecha, reduciendo olores y obteniendo ingresos por venta de humus; en Estados Unidos, empresas de micoproductos como Ecovative Design cultivan hongos en residuos agrícolas para fabricar materiales de embalaje y construcción, demostrando aplicaciones de alto valor. Cada caso exitoso comparte la misma idea central: no hay “residuo” que no pueda convertirse en recurso. Con creatividad e investigación, los fungicultores están encontrando formas de cerrar el ciclo y diversificar su producción.


Conclusión: hacia una micología sustentable


La reutilización de sustratos usados en el cultivo de hongos no es solo una práctica ecológica, sino un pilar para la micología sustentable del futuro. Al incorporar los principios de la economía circular, los productores de hongos pueden minimizar su impacto ambiental y a la vez mejorar la rentabilidad de sus procesos. Cada bolsa de paja gastada, cada bloque de aserrín colonizado, representa una fuente de nutrientes y biomasa que puede tener una segunda vida útil – ya sea nutriendo suelos, alimentando lombrices o generando nuevos productos innovadores.


Adoptar estas prácticas requiere un cambio de mentalidad: ver el ciclo completo de producción, donde la responsabilidad del cultivador no termina con la cosecha del hongo, sino que continúa hasta reintegrar los restos de forma beneficiosa. Implica también colaboración y aprendizaje, desde conocer técnicas de compostaje hasta participar en redes de productores para gestión colectiva de residuos.


En el gran esquema, la fungicultura sostenible tiene un papel importante en la economía circular global: convierte residuos en alimentos de alto valor nutricional (los hongos), y luego convierte los residuos de esa producción en recursos para agricultura, energía o materiales. Es un doble aprovechamiento que ejemplifica la eficiencia de los sistemas naturales. Al cerrar el ciclo productivo de forma eficiente, imitamos los bosques, donde el detrito de hoy es el sustrato de mañana.


La transición hacia una micología sustentable ya está en marcha, respaldada por investigación científica y por la pasión de fungicultores innovadores. Cada compostaje exitoso, cada nuevo uso descubierto para el sustrato post-cultivo, nos acerca a un modelo agroalimentario más circular, limpio y resiliente. El desafío ahora es escalar estas soluciones, compartir el conocimiento y seguir experimentando. Como micólogos y cultivadores, tenemos la oportunidad de liderar con el ejemplo, demostrando que es posible producir alimentos de manera regenerativa, donde incluso lo que sobra se convierte en riqueza. En síntesis: cultivar hongos y reciclar sus sustratos cierra un círculo virtuoso que beneficia a la economía, la sociedad y la naturaleza por igual.


Preguntas Frecuentes (FAQ)


¿Cómo reutilizar el sustrato de hongos después de la cosecha?

Para reutilizarlo, primero retira los restos de hongos y casings visibles. Luego decide la estrategia: puede compostarse para hacer abono, usarse en lombricultura (alimentar lombrices para obtener humus), o incluso mezclarse con nuevo sustrato para otro cultivo tras una pasteurización. La clave es higienizar el sustrato (compostarlo o pasteurizarlo) antes de darle un nuevo uso, evitando propagar patógenos.


¿Qué hacer con los residuos de micelio y sustrato agotado del cultivo de setas?

Los residuos de micelio y sustrato se pueden reciclar de varias formas útiles: incorporarlos a una compostera casera o agrícola, utilizarlos como acolchado (mulch) directo en el huerto, o integrarlos en una vermicompostera con lombrices. Otra opción es secarlos y usarlos como material orgánico para mejorar suelos pobres. Lo importante es no tirarlos a la basura; mejor aprovechar su contenido orgánico en el jardín o en nuevos proyectos.


¿Se pueden volver a usar los sustratos de hongos para cultivar de nuevo?

Sí, se pueden reutilizar con ciertas precauciones. Algunos cultivadores mezclan un porcentaje de sustrato usado con sustrato fresco para nuevos ciclos, especialmente si el sustrato viejo aún tiene material lignocelulósico aprovechable. Sin embargo, no se recomienda usar el 100% de sustrato agotado solo, porque carecerá de algunos nutrientes y puede traer contaminantes. Lo ideal es suplementarlo (con salvado, yeso, etc.) y pasteurizarlo antes de volver a inocular. También es posible cultivar otra especie que tolere o se beneficie de ese sustrato ya degradado.


¿Cómo hacer compost con sustratos de hongos (paja, aserrín, compost de champiñón)?

El proceso es similar a cualquier compostaje: junta el sustrato usado (paja miceliada, bloques de aserrín, compost post-cultivo) en una pila, mézclalo con otros residuos orgánicos frescos (hojas, restos de cocina, estiércol si dispones, para aportar nitrógeno), mantén una proporción C/N equilibrada (aprox. 30:1). Humedece la pila sin encharcar y remuévela cada 1–2 semanas para airearla. La temperatura interna subirá (fase termófila) y pasados 2–3 meses obtendrás un compost oscuro y terroso, sin olor fétido. Asegúrate de que el material original esté bien descompuesto. El compost de sustrato de hongos es excelente para huertas y macetas.


¿El sustrato usado de hongos sirve como abono para plantas directamente?

Puede servir, pero no siempre directamente sin procesamiento. Si el sustrato está bien descompuesto (por ejemplo, compost de champiñón ya curado), se puede aplicar moderadamente como abono o sustrato para macetas. En cambio, sustratos fibrosos como la paja con micelio conviene compostarlos primero, ya que crudos podrían absorber nitrógeno del suelo al seguir descomponiéndose. Una vez compostado o vermicompostado, sí, el sustrato de hongos es un excelente abono orgánico que mejora el suelo y nutre las plantas.


¿Puedo usar el sustrato post-cultivo como cama para lombrices (lombricultura)?

¡Sí! El sustrato post-cultivo de hongos es muy adecuado para lombricultura. De hecho, el micelio y la materia orgánica parcialmente degradada son fáciles de digerir para las lombrices. Puedes colocar el sustrato (enfriado si estaba caliente) en la vermicompostera como cama o alimento, preferiblemente mezclado con un poco de cartón húmedo u hojas para equilibrar humedad. Las lombrices compostarán ese sustrato produciendo humus rico. Solo evita sustratos muy salinos (enjuaga primero el compost de champiñón si es el caso) y quita cualquier residuo de plástico o grapas que pudiera venir del cultivo.


¿Qué precauciones debo tener al reutilizar sustratos de hongos?

Las principales precauciones son: esterilizar o pasteurizar el sustrato si lo vas a usar en nuevos cultivos, para no transferir contaminantes; compostarlo bien si lo destinas a abono, para eliminar patógenos y semillas; vigilar la salinidad y pH, corrigiendo si son extremos; y manejarlo con higiene (guantes, mascarilla) porque los sustratos secos pueden tener esporas de mohos que irritan o alergénicos. Además, almacénalo en lugar ventilado si no lo usas de inmediato, evitando que se pudra anaeróbicamente. Con buen manejo, reutilizar es seguro.


¿Cuántas veces se puede usar el mismo sustrato para cultivar hongos?

Por lo general, un sustrato rindió sus mejores nutrientes en la primera tanda de cultivo (que incluye varias cosechas o flushes). Volver a usarlo sin descanso no dará buenos resultados a menos que se recicle adecuadamente. En la práctica, algunos productores hacen un segundo ciclo con el sustrato (por ejemplo, tras cosechar shiitake, re-inocular con Pleurotus para que aproveche el remanente). Más allá de un segundo uso, suele ser inviable cultivar hongos de forma rentable en el mismo material, porque queda muy pobre en nutrientes específicos. Es más eficiente después de uno o dos usos destinarlo a compost o lombrices, y preparar sustrato nuevo (quizá incorporando una fracción del viejo como mencionamos).


¿Qué residuos genera el cultivo de hongos y cómo aprovecharlos mejor?

El cultivo de hongos genera principalmente: sustrato post-cultivo (paja, aserrín u otros sustratos colonizados y ya explotados), restos de micelio y fragmentos de hongos no cosechables, y residuos de embalajes (bolsas de plástico, etc.). Para aprovecharlos: el sustrato y micelio se pueden compostar o vermicompostar para retornarlos al suelo como abono; también se investigan usos en alimentación animal (forraje fermentado) dado su contenido proteico. Los residuos plásticos (bolsas de cultivo) conviene limpiarlos y reciclarlos apropiadamente, o buscar alternativas biodegradables en lo posible. En resumen, casi todo residuo orgánico del cultivo puede entrar en un ciclo de reciclaje/compostaje, evitando enviar nada a la basura convencional.


Referencias bibliográficas


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